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vínculos cuánticos

  • Foto del escritor: Hablemos de algo más
    Hablemos de algo más
  • 10 dic 2020
  • 2 Min. de lectura

No quisiera reducir las relaciones humanas a conceptos físicos, pero qué interesante perspectiva introduce la física cuántica al estudiar al ser humano desde su lupa. Qué abstracta, inentendible y por ende, inalcanzable nos parece aquella ciencia, pero cuánto tiene para decir sobre nosotros, los seres humanos.


Todos los seres sociales tenemos biocampos, concepto que sin la ayuda de la física y la química cuántica hubiese sido dificultoso comprender. Un intento simple por definirlo sería: El campo generado por las células del organismo, las cuales poseen iones cargados positiva y negativamente, lo que les otorga un potencial que oscila en los -70 miliVoltios, es decir, una carga neta negativa.


Eugenio Lepine en su página Humanfrecuencies ofrece distintas definiciones de biocampo recogidas de varios artículos científicos. Una de ellas propone: Hasta ahora, podemos estar seguros que los biocampos son una parte intrínseca de todos los sistemas vivos. El biocampo electromagnético es la suma de todos los biocampos de cada célula, órgano y sistema. Éstos contienen los patrones electromagnéticos que provienen del cerebro y especialmente del corazón. Es decir, que cada célula, y por ende órgano de nuestro cuerpo, produce un campo electromagnético que lo envuelve por el hecho de estar compuesto de partículas cargadas que están en movimiento. Este fenómeno electromagnético es utilizado para realizar, por ejemplo, el electrocardiograma, estudio que mide las ondas electromagnéticas generadas por el biocampo del corazón y en base al resultado otorga un diagnóstico sobre el estado de salud de la persona.



Hoy en día, el estudio del biocampo está direccionado a terapias alternativas que puedan modificarlo para restablecer el estado de salud, como la acupuntura. Pero, ¿no es este concepto científico, un saber mundano al que todos en mayor o menor medida siempre tenemos presente? ¿Qué es lo que posibilita que empaticemos con alguien? O también podríamos cuestionarnos ¿de dónde surge la capacidad de darnos cuenta del estado de ánimo de una persona sin que haya emitido palabra alguna?


Me parece sumamente interesante dilucidar este concepto, ya que podríamos entender con mucha más profundidad la manera que tenemos de vincularnos con los demás si pensáramos en que nuestros biocampos tienen un gran papel a la hora del encuentro con el otro. Tal vez nos explique por qué compartimos gustos e intereses (¿tendremos biocampos similares?) o por qué hay algo que rechazamos totalmente haciendo más difícil la interacción con el otro. Quizá redefina la manera en que nos relacionamos, quizá la mejore, quizás no. Pero si tuviéramos en un futuro la capacidad de detectar este biocampo y describirlo al momento de relacionarnos con una persona, ¿acaso no modificaría nuestra conducta? ¿elegiríamos continuar cultivando ese vínculo?


Por Carolina López Andreoli


 
 
 

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